Autora : Doris Sánchez
En mi pueblo natal San Juan de la Maguana en la región sur de la República Dominicana, había un comunicador radial muy inquieto, que presentaba proyectos radiales de gran impacto social porque consistía en movilizar a las masas en busca de “El tesoro escondido”, todos le llamábamos PEQUÉ aunque su verdadero nombre era Rafael Duval Díaz. En cada programa se anunciaba la calle donde sería escondido el tesoro cuyo premio no recuerdo en qué consistía, y todo el pueblo se movilizaba a buscar por todos lados ese premio, se peinaba toda la calle y a veces el encuentro se resistía.
Las personas hasta de
manera inconscientes ansiamos encontrar ese tesoro que alegre nuestras vidas
aportándole bien estar, felicidad, satisfacción y muchas veces la aceptación
propia o de los demás. Cuando te pasas
la vida buscando el norte y no lo encuentras normal es que sientas decepción,
lo sigues intentando cada vez con menos ganas porque los años pasan y se van
perdiendo no solo las facultades físicas, se va perdiendo la ilusión. Pasa como cuando el cuerpo está falto de
vitaminas, te hacen analíticas que lo detectan y luego vienen las recetas, a
por los fármacos a la farmacia y luego a tener mejor salud.
Nos pasa a todos, unas veces estamos más altos de ánimos y otras con
ganas de quedar en la cama viendo la tele todo el día. Ya no se usa llevar un diario personal pero
si cada persona llevara cuenta de lo que
hace las 24 horas de todos los días, bien se pudiera apreciar sus ganas de
cambiar el mundo o mejor dicho, de cambiar el rumbo de su vida ¿qué necesitamos para ser felices? si la felicidad existe no es
completa, siempre habrá factores determinantes que se empeñen en mandar los trastos
al garete. El tesoro escondido muchos
todavía lo andamos buscando y ojalá que lo encontremos algún día, con la suerte de que no tiene fecha de caducidad.
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