Autora : Doris Sánchez
A veces dejamos de
lado cosas fundamentales para enfocar la
mirada y pensamientos en algo que realmente no nos vale la pena.
Cuando comparto con mis amigas me
doy cuenta de que dentro del tema siempre aparece la sombra del pasado, esa que
nos bloquea e impide mirar hacia el futuro que
de seguro tendrá cosas maravillosas para nuestras vidas, pero no le damos la oportunidad de hacerse
presente.
Cuando el disco duro
de mi ordenador está saturado me aparece
una nota recomendando que elimine elementos incluso me ofrece ayuda para
hacerlo por si yo no supiese hacerlo, lo mismo me está pasando en el móvil del
que acabo de eliminar casi todas las fotos
y archivos guardados y me sigue
diciendo que he alcanzado el máximo de elementos archivados cuando poco me queda en él
lo que me ha invitado pensar qué estará pasando igual el problema no es el ordenador
ni mi móvil, el problema puedo ser yo y la que debe cambiar he de ser yo y por eso me paso horas y horas
planeando un cambio radical en mi vida sin tener que pasar por el quirófano, un cambio de mente porque de corazón es imposible.
Los objetivos de vida deben empezar por
nosotros mismos, esos cambios para bien que desde nuestro interior nos pide a
gritos la salud y el bienestar emocional, lo más importante es no cerrar del todo las
puertas ni las ventanas porque la soledad total no existe más bien es que
andamos despistados y no captamos el mensaje, miro en mi entorno y de vez en cuando alcanzo
a ver a ese señor que asomado a su balcón mira hacia donde me encuentro y aunque solo salga para fumar un cigarrillo quiero
pensar que es un aviso de que
la vida continúa, que hay que cargar con la mochila que nos ha tocado unas más
pesadas que otras y seguir andando hacia el frente con paso firme como si
conociésemos el camino aunque tengamos que ir preguntando cómo llegar a la meta
deseada pero antes tenemos que saber qué es lo que queremos. El
primer día la sentirás muy pesada y como tendrás que irte deshaciendo de lo que
menos necesites al final se aligera el
paso y ansía la llegada a la meta.
Cada vez que veo en la tel la reacción expontánea de Rafa Nadal después de cada triunfo aprecio el esfuerzo, la
gratitud y la nobleza de corazón y cuando se echó a llorar como si fuese un
bebé yo también lo hice porque el ser humano
después de adulto jamás dejará de ser un niño, de tener sueños y de valorar el
propio sacrificio también el de los demás
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