Autora : Doris Sánchez
En una etapa de mi
vida creía en la iglesia y sobre
todo en su gente, en esa que la representa y que en la tierra hace lo que haga
falta imitando lo que haría Dios e intentando lograr de manera imposible su
perfección. Acudí a un congreso cristiano
a Toledo en el que compartí con mucha gente de mi entorno y de todas las
regiones de España que en mismo hotel
que nos hospedamos se dieron cita para rendir tributo al Dios creador de todas
las cosas, de los cielos y mares, de la tierra y sobre todo del hombre. Dos días de completa emoción y entrega más
profunda porque te encuentras contigo mismo y de paso revisas las actuaciones de tu
vida, cambio de pareceres y motivación para empezar una vida nueva.
En ese congreso me gocé mucho con las alabanzas sobre todo
con la actuación de Rocío Montoya una intérprete de música cristiana alicantina y de
procedencia gitana, que acompañada de su guitarra y una voz con suaves matices que más
parecia el canto de un coro celestial, interpretó canciones tan hermosas con parte de la vida misma que nos llenaron de
emoción a todos los presentes que no podíamos dejar de sentir la presencia de
Dios en el en amplio auditorio abarrotado de gente creyente que allí buscaba respuestas a sus preguntas y
la confirmación de su fe.
Poco hablo de mis creencias religiosas que en principio
fueran en la iglesia católica con bautismo, primera comunión, confirmación,
catequesis, impartir clases de religión en el pueblo y los campos hasta que me hice
adulta, seguí visitando iglesias hasta
llegar a la evangélica donde me afinqué y mostré a mis hijos, hoy sigo creyendo
en Dios porque es mi dador de vida, mi
salvador y el que más comprende las situaciones que a diario debo enfrentar, no me congrego en ninguna iglesia
porque el hombre cristiano me ha fallado, en sentido general ese entorno no ha
estado a la altura de las circunstancias cuando así lo he necesitado, Dios no
habría hecho lo mismo y de ahí mi contradicción cuando se me reclama que todo
creyente debe congregarse, en mi caso es distinto y así lo hago entender con más que justificados
motivos, creo en Dios y a él entrego todo lo que haya en mi corazón, él jamás
de defraudará, no me juzgará, ni reprochará, y jamás me volverá la espalda en momentos de necesidad
todo lo contrario, colocará plumas de las alas de sus ángeles para hacer más
suave mi andar, me tratará con amor y secará mis lágrimas.
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