Autora : Doris Sánchez
Si algo me cabrea en
gran manera es que se atente contra mi dignidad, aparte de que me invita a
sacar todas las cartas que tenga bajo la manga
debo mantener aquellos principios que de toda la vida nos transmitiera mi madre, mi adorada madre a la que tanto admiro
porque es merecedora de todas las distinciones que pudieran existir en el mundo. Ella piensa que la dignidad es muy frágil y que debemos cuidar de
ella porque cuando se pierde nunca jamás
se vuelve a recuperar, la presunción de la inocencia le queda pequeña, cuando a
alguien se le imputan delitos de cualquier tipo en cualquiera de los ámbitos sociales o judiciales, ya de por sí queda una mancha
que jamás se podrá quitar, algo que empañaría su nombre, su vida y la del resto
de familiares y hasta relacionados.
Cuando me cabreo lo hago igual que una fiera cuando le intentan quitar a uno de sus
cachorros, y si en ella está de por medio mi dignidad es que hasta muerdo, porque no
permito que nadie, pero "NADIE" me señale con el dedo acusador sin pruebas, porque "NUNCA" (que yo recuerde) he dado
motivo para ello todo lo contrario, voy por la vida escurridiza, casi siempre pegada en la
pared, o tal vez ocupando un rincón en el que no moleste a los que por allí
pasen, eso se llama respeto. Igual estoy
exagerando pero la palabra que más odio es "MENTIROSA", porque siempre he presumido de ir con la verdad por delante, me beneficie o me perjudique, y porque ella encierra
muchas ofensas a veces innecesarias.
Cuando veo a la gente practicar el tiro al blanco, ya sea con flechas en una diana, con pistolas de pintura o de agua,
generalmente casi sin querer coloco al fondo un objetivo, mi objetivo, ese al
que voy por él para despejar mi camino y librarlo de toda espina y maleza, que
pudieran dejar molestias en el
casco de plata que llevan colocados mis caballos del triunfo en sus patas.
Debemos aprender a dar la vuelta en redondo y esperar los resultados
finales, igual pudieran ser con un sobresaliente porque para los que no lo saben, con la verdad se llega a todos lados,
no solo a Roma.
Aprende a llamar a las cosas por su nombre, a colocar a todos en su justo lugar y en especial, a nunca olvidar quienes somos, de dónde venimos , y los propósitos y metas que tengas para el futuro. Nunca permitas que nadie te deje en entre dicho, es muy necesario conservar el buen nombre, que aparte de que abre puertas y hasta ventanas, es el que dejaremos al resto de nuestra descendencia, no solo a los hijos, vendrán nuevas generaciones que igual no nos conozcan pero que merecen tener un referente nuestro, y considero que debe ser el mejor posible.
¡La gatita de María Ramo, que tira la piedra y esconde la mano!
A toda PUERCA le llega su San Martiño... peggy pig
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