Autora : Doris Sánchez
En mi patria natal aprendí a repetir lo que de siempre
escuché, que ese sol rojizo al final de la tarde se llamaba “El sol de los
muertos” tal vez porque al caer la tarde el sol moría del lado del cementerio
y daba al mismo un silencioso color que magnificaba el respeto a los restos de
los cuerpos que en el mismo descansaban.
Aprecio en demasía los amaneceres y anocheceres porque dejan en mi parte
más interior cierto dejo de nostálgica, tal vez echando en falta a mi tierra
amada. Todos estos días en Barcelona han
sido muy intensos, primero por la navidad con parte de mi familia, después por
la infinidad de lugares que he conocido cuando en realidad pensaba que ya lo
conocía todo pero no, cada día ha sido un ir y venir quedando sorprendida de
tanta belleza. Dios ha sabido bien hacer las cosas dejando muestras por todos lados.
Durante mi estancia en Barcelona, cada día me levantaba rápidamente en las mañanas para adelantarme a las fascinantes y muy variadas puestas de sol, le esperaba cámara en mano desde el 11avo `piso donde vive mi hermana y desde el que diviso casi toda la ciudad. Los atardeceres no se escapan a mi
control y para ello tomo posesión de otro lado del piso para captar esa imagen diaria
tan diferente una de porque según haga el día, así cae el atardecer, cristales de una torre gigante muy cercana contrastan perfectamente dando un matiz de
prolongación a los tonos rojos y
celestes que cada día se convierten en mi admiración, me transmite alegría y tal vez
una dosis de optimismo en función de lo que espero para mi vida este recién estrenado
año. Me he vuelvo un poco vaga para
escribir y se lo achaco a la tanta actividad física que
desarrollo cada día, que al volver a casa llego exhausta y con más ganas de una
ducha e ir a la cama. En unos días retomaré el curso normal de antes y estaré
más atenta a las publicaciones aunque ya estoy redactando algunas que os
aseguro encontrarán muy interesante.
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