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jueves, 19 de enero de 2012

Que nadie me cambie



Autora :  Doris Sánchez


Empiezo el día como si fuera otro cualquiera, me siento agotada y a pesar de hacer lo que debo en su justo momento, casi ni me entero, voy de un lado para el otro mirando el reloj para quedar bien con la gente que por respeto no debe hacerse esperar.  La impuntualidad se olvida como también aprendemos lo que resulta positivo para convivir con los demás, estoy aprendiendo a ser puntual y estoy viendo sus frutos.


Agotada llego al medio día y me presento en el despacho profesional de mi psicóloga a recoger una certificación que debía de inmediato llevar a otro lugar  donde la estaban esperando, me pregunta qué tal estás, te veo muy guapa y cuando pongo carita de niña buena a punto de echarme a llorar me dice, tonta, si eres una campeona, me llena de halagos y dice, no he conocido a otra mujer con tanta fuerza como tú, estaba ahí  justo delante mío en un estrecho pasillo diciendo palabras tan hermosas que me llenaron de energía para el resto del día y  de muchos días más.

 De pequeña en mi casa me llamaban "Araña cacata" porque era terrible, enérgica y algo más que ambiciosa, lo quería todo  y casi siempre lo obtenía a veces haciendo trampas no lo voy a negar, pero si era más abispada que mis hermanos  a veces lo tenía más fácil.  Me esforzaba por lo que quería  y consciente de que todo no baja del cielo, que el que quiere azul celeste, que le cueste.
A veces pensamos que la gente no valora nuestros esfuerzos porque nunca nos dicen nada, que nos ven tan suficientes porque así debe ser, que todo el mundo es tan echado para adelante y no es verdad, en unos pocos minutos interminables para mi oído, esa señora me hizo un resumen de mis más loables vivencias en los últimos cuatro años, sintetizó pero abarcó todo, desde el día que nos conocimos hasta ayer, cuatro años en total que para ella fueron suficientes para conocerme y valorarme como mujer, sinceramente lo necesitaba y nunca se lo dejaré de agradecer. En todo momento necesitamos el reconocimiento de los demás, que alguien nos diga palabras alentadoras  y sinceras.

Alguna vez he comentado que la vida nos presenta muchos inconvenientes, problemas, situaciones complicadas, tristezas, sufrimiento, falta de lealtad de la gente que nos rodea, de reconocimiento y hasta un poco de orgullo por ser parte nuestra, alegrías y situaciones placenteras, vacaciones y mucha felicidad.   Cuando siento que mis fuerzas se agotan  de alguna manera Dios me hace llegar el mismo mensaje, levantate perezosa que aún no hemos acabado, no me deja ni recobrar el alimento porque me enseña la meta que en la corta distancia se deja vislumbrar.


Saco fuerzas cuando no tengo, me llegan refuerzos y lucho porque cada palabra que me llega es un remanso de paz y amor en medio de las tinieblas, no me cansaré de decir a la gente que se siente desesperado que aguante, que no se acobarde y que tire para adelante, que lo que le ha llegado al final de todo redundará en su beneficio personal.  Todo se ve de gris oscuro a negro,  pero hasta las aguas que ennegrecieron con el chapapote (vertido de petróleo del Prestige  hundido en aguas gallegas causando todo un desastre ecológico y que trajo a voluntarios de toda España  y extranjeros a ayudar con la causa)  han vuelto a ser claras y transparentes.


Ayer  me entrevisté con otra señora que en pocas palabras me dejó ver que una actuación mía años antes dejó el fruto deseado, me sentí tan orgullosa de mí, de las cosas que hago porque me las pide el corazón y no me pienso detener hasta que esté bien segura de haber alcanzado  mi destino.

Los mansos y los cimarrones podemos estar juntos pero cada uno posee una marca  indeleble que les identifica aún en la oscuridad, seremos parecidos pero nunca iguales, cada persona tiene un destino, unos principios, una familia  y un referente que debemos cuidar.  Cada día salimos a la calle siendo nosotros mismos, que nadie nos confunda pero que tampoco nos cambien nuestra manera de ver las cosas, nuestros principios o voluntad.

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