Autora : Doris Sánchez
Hablaba con una señora que me manifestaba su imperiosa necesidad de mantener sus gafas puestas en todo momento para mejorar su visibilidad, en la piscina, bañera de vapor y donde ella fuera porque sin ellas no podía estar, al parecer porque no distinguía entre una cosa y la otra a cierta distancia. Todo eso es muy respetable porque todos en general, merecemos sentirnos liberados de algunos esquemas que a veces nos colocan una barrera entre la necesidad y la satisfacción. En principio intenté convencerla de que puede ser más una necesidad mental por costumbre que por necesidad, su acompañante me daba la razón pero ella se mantenía firme en sus afirmaciones iniciales y a pesar de mis recomendaciones no cambió de parecer, estaba tan convencida de ello que poco faltó para que me hiciera convencer de que estaba en lo cierto, pero no era así.
Si nos trasladamos al plano personal e individual, de maneras distintas todas las
personas formamos ese esquema tan personal que defendemos a raja tabla convencidos de que estamos en lo correcto aunque no sea así. Nos aferramos a unas formas y estilos de
vidas que no siempre serán los más
aconsejables pero insistimos en que es la mejor forma y a mayores demostramos que estamos en la razón, aunque de ellas estemos muy distantes hacia los ojos
y el parecer de los demás, la expresión
de que “Cada cabeza es un mundo” más bien permite que cada ser humano sea
diferente en su forma de ser, pensar y actuar,
también existe la posibilidad de que seamos de una manera y pensemos o
actuemos de forma muy distinta, ahí aparecerá el sabelotodo que dirá, esta
persona tiene problemas de conducta, pero no es así. Las personas somos tan cambiantes como las
distintas estaciones del año, como la diferencia de las culturas de países cercanos o
muy distantes de nuestros orígenes.
Nada es perfecto y de ahí que sea
tan difícil una convivencia sin altos y
bajos, la permanencia de las relaciones familiares, de parejas, amistades hasta
vecinales, cuando sientes que te llevas bien o mal con una persona, difícilmente
entendemos que es parte de la propia vida, de la naturaleza, nos comportamos de
manera personal en principio y de ahí la relación con los demás, sin referirnos
especialmente a una exactitud de convivencia. "Todo es según el color del cristal con que se mira" Si cambias de gafas con colores del cristal de colores diferentes, ya sean más claras o más oscuras lo entenderás incluso si te colocas unas carentes de cristal.
Existe una gran diferencia entre la recomendación o la
exigencia hacia los demás, para ello están las limitaciones aquella tan famosa
que dice “Tus derechos empiezan donde
acaba el derecho de los demás” es muy complicado saber si nos estamos pasando
de esa línea roja, tal vez por prepotencia o abuso de autoridad, cariño, amor, deseo de ayudar o ganas de fastidiar a la otra persona. Los padres reprochan a los
hijos por su bien pero los hijos se pasan un montón cuando amonestan a sus
padres olvidando la diferencia y el respeto.
Es un tema complicado que intento abordar desde distintos ángulos
consiguiendo un efecto en conjunto. El
parecer de los demás cuenta mucho más que nuestras recomendaciones, sobre todo
si es un asunto personal el que está de por medio. En la vida unos necesitan gafas para aclarar su visión exterior pero otros seguros de poseer una visión 20-20, están muy lejos de la realidad de su vida, de ahí nace la necesidad de que todos choquemos con el producto de nuestros errores, que nos servirá para madurar y rectificar en los errores reparables y asumir con responsabilidad los irreparables. La vida es una escuelita y casi mejor dejar que toda persona adulta y en pleno uso de sus facultades físicas y mentales, camine sobre sus propias pisadas y obtenga sus propias experiencias de vida, positivas o negativas es igual, eso le ayudará a forjar su propio destino.
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