Autora : Doris Sánchez
A todos no habrá pasado alguna
vez que ante algún suceso que nos ha
afectado interiormente demos por sentada una ignorancia que difiere del
sentimiento interior, intentamos hacer que no nos ha afectado para nada pero
por dentro,nuestro corazón roto de dolor siente muchas ganas de hacer algo,
reprochar, reclamar, llorar, insultar, o
pagar con la misma moneda a quien nos ha causado malestar, aun fuera con
su ignorancia. Hace unos días mientras
hablaba con una amiga le comentaba mi decisión de dejar que los demás actúen
para ver la reacción, siempre llamando, enviando mensajes, preguntando qué tal
estás y de repente he obtenido la respuesta, mi factura telefónica
ha bajado considerablemente, el que me necesite sabe donde localizarme le
dije. A veces nos duelen tantas cosas
y los demás apenas se enteran, esos
pequeños detalles que nos marcan interiormente y me pregunto, y si les decimos
que nos han herido, no creo pasará nada, o si?
Las personas somos muy diferentes unas de otras, la cultura y hasta el origen determina muchas
conductas y maneras de ser, la expresión y reacción en cada circunstancia, el ser
detallista no es propio de todos, unos pasan más que otros de ese contacto
directo y hay que saber aceptarlo y hasta perdonar pero nunca justificar, toda relación (familiar, de amor o amistad) debe ser recíproca al menos así pienso yo.
Aguantamos el tirón y retenemos
el disgusto o las lágrimas para
descargar todo el enfado ya a solas y donde esa persona que nos ha dañado no
pueda vernos porque igual le invada una sensación de triunfo desbordante,
aunque no siempre lo conseguimos, mi última vez ha sido calamitosa, he llorado
como una magdalena precisamente delante de quien me había metido el dedo en la
llaga y no sé qué me ha dolido más, si haber llorado en su presencia o el no
haberle respondido con las palabras apropiadas y hasta con una sonrisa para
poner el broche de otro triunfal, no pude y eso lo lamentaré y me dolerá por mucho tiempo, porque de
verdad me hizo mucho daño. Una sonrisa
en los momentos más difíciles es la mejor salida, aunque no nos garantice que pudieran dudar de nuestro equilibrio mental,
¿de qué se ríe cuando la estoy ofendiendo? pensarían algunos. Las personas somos susceptibles de fallar a los demás, con meditación y alevosía o sin querer queriendo, ese puntito de maldad lo tenemos todos hasta los bebés de corta edad que supuestamente no se enteran de nada pero sí que saben manipularnos de la mejor manera, ¡¡o me coges en brazos o chillo!! ¿Alguna vez te has arrepentido por no haber reaccionado de otra manera ante el factor sorpresa? pues que sepas que yo sí y muchas veces y si pudiera devolvería la cinta para corregir mis propios errores ya con todo bien ensayado para decir o hacer lo que correspondía, pero lamenteblemente ya es tarde. No llores ni hagas pucheritos, no dañes tu maquillaje, aprende a detectar el problema y parar las cosas a tiempo, yo me prometo que nunca más volveré a llorar, trataré de que nimiedades no afecten mis días ni mi vida en general, la vida es tan corta que no merece la pena desperdiciar ni un minuto de nuestro tiempo todo lo contrario, multiplicar es crecer, es tranquilidad, placer interior y disfrute exterior, vaya mi especial reconocimiento para aquellos que nos aporten mejor calidad de vida, que pongan una mecha encendida en nuestras vidas evitando así el hacernos llorar, porque el que te hace llorar, dudo mucho que te quiera.
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