Autora : Doris Sánchez
En dominicana apenas había visto alguna vez en películas la
vida de los gitanos, recuerdo siempre en carretas trasladándose de un lugar a
otro, familias muy largas y unidas en la que los niños siempre adornaban cada
estancia. Los gitanos poseen como característica
física principal esa abundante y lacia melena que exhibían con tanta gracia, el
color moreno de su piel y la profundidad de sus miradas casi siempre con ojos
oscuros y grandes con profunda mirada.
Mi primer contacto con esta clase tan trabajadora lo he
tenido tan solo llegar a Galicia, Vicenta es una señora gitana muy educada y sobre todo sincera, que con su
tienda en Milladoiro, Ames, me acogió como clienta y me dio unos privilegios y
confianza sin conocerme de nada lo que creó fuertes lazos que al día de hoy se mantienen intactos. Yo le
decía que ella era mi segunda madre porque mi madre estaba en mi tierra natal, con
ella me desahogaba y sentía la necesidad de compartir aquellas cosas íntimas
fueran buenas o no, con alguien tenía que hablar y liberarme un poco de tantos
secretos guardados.
Algo que me une a esta gente es que ambos compartimos la
devoción por la iglesia evangélica, que dicho sea de paso llegué a visitar
varias veces y fruto de ese contacto aprendí a conocerles y hasta a entender
sus tradiciones y costumbres, forma de vida y trabajo, sus reglas y normas
y hasta su manera de pensar y
actuar. Se cambió el carro de caballos
por las furgonetas pero la nueva
generación desde hace tiempo tiene hogares establecidos que abandonan para ir a
trabajar en los mercadillos junto a sus
parejas, o en tiendas ya instaladas trabajo que realizan
conjuntamente con el cuidado de sus pequeños que podemos verles por los
alrededores o durmiendo en la furgoneta o en coches para bebés, tal vez
correteando y pasando el rato junto a los demás niños que allí acuden junto a sus
padres.
Entre la mujer dominicana y la gitana puedo destacar que poseen algunas cosas
en común, sus altos y sensuales tacones,
el maquillaje que siempre les acompaña y lo entregadas que son
como madres y esposas, con la diferencia de que las gitanas se casan con menor edad que las
dominicanas. Deseo por esta vía rendir
un homenaje a mi querida Doña Vicenta y a todos los gitanos en general, porque he de reconocer su capacidad de
supervivencia, de trabajo y de todas las cualidades que les acompañan e
identifican, por el respeto que a pulso se han ganado por la defensa manifiesta de sus raíces y mantener viva la memoria de sus antepasados y amar a Dios por sobre todas las cosas.
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