Autora : Doris Sánchez
Se aproxima el otoño y las ciudades se visten de flores por todos lados, la temperatura refresca y todo se comienza a ver de colores de ensueño, salgo a pasear por la ciudad, los parques y hasta la misma gente ya va cambiando el chip y se prepara para adecuarse a la temporada.
Adoro las flores pero esta vez ha
sido lo más, por fin he lavado el
frigorífico ya de vuelta de mis vacaciones de verano para luego ir al supermercado a
comprar alimentos, pero cuál ha sido mi grata sorpresa?? Que tanta belleza me motivó a llenar el carrito de
la compra de hermosas flores que tenían en venta, mi dieta
lo agradecerá y mí estado anímico también, he vuelto a casa feliz a colocarlas
en el ventanal para compartirlas con los vecinos y transeúntes, eso se llama
solidaridad, lo demás es tonterías. Hay tantas maneras de ser felices y estar a gustito en la república independiente de nuestra casa.
Cuando pongas tu casa a punto,
cuando estés radiante de felicidad, cuando te sientas sola o triste, enciende
velas aromáticas y montate un jardín en casa, de paso te pones una musiquita y
te preparas un morir soñando, un cubata
o una coca cola es igual, la felicidad
te irradiará y la expulsarás por los
poros, querrás bailar y hasta sonreirás al vecino de enfrente que siempre está
en su ventana, las flores tienen una
magia particular a la que nadie aunque quiera se podrá resistir. Los enamorados antes regalaban muchas flores pero más
emocionante es cultivarlas en el jardín,
pocos tenemos esa suerte pero hay una y mil manera de tenerlas cerca.
Las flores son el aliado ideal
cuando no existen las palabras adecuadas, pedir perdón, declarar el amor,
solidaridad, dar el pésame por la
pérdida de un ser querido, el nacimiento de un bebé, por el anuncio del
matrimonio o compromiso de alguien querido, por la primera comunión, las flores siempre serán bien recibidas y
cuando no te las regalan es muy fácil ir a una floristería y hacerte un lindo
regalo personalizado y a tu gusto.
Esto me recuerda la historia de una empleada
que siempre recibía flores en su oficina, todas sus compañeras se morían de
envidia queriendo descubriar a ese admirador secreto tan galante hasta que un día se
destapó el misterio, ¡¡¡las flores se las enviaba ella misma!!! Si eso la hacía
feliz, por qué censurarla?? Todos tenemos
derecho a soñar, igual ya pasado los años ella habrá encontrado a su príncipe
azul, que con toda seguridad le enviará flores todos los días de su vida.
Dale color a tu vida!!!
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