Autora : Doris Sánchez
Es normal que ante lo desconocido
casi todos sintamos miedo, cuando
conocemos a alguna persona, lugares nuevos, viajes en avión, coche o barco, a muchos como yo nos causa profundo terror las carreteras y autopistas gallegas (consideras
entre las que más puntos negros tienen en España), nos dejamos llevar por las
noticias que cada día pasan balance de accidentes muchas veces mortales, nos
causa mucho miedo acudir a una entrevista de trabajo o a un examen, hablar en público, si tenemos un bebé recién nacido tenemos
miedo a dejarle caer por lo pequeño que son luego de nacer, nos causa miedo el presente
pero también el futuro, hasta en el
trabajo solemos escuchar el golpe de la caída del bebé que dejamos en casa o en
la guardería a buen cuidado, o
escuchamos el chirrido de las llantas de un coche que solo en nuestra
imaginación se ha empotrado contra una farola.
el qué pasará mañana, si tendremos hijos, o quién me cuidará cuando yo
sea mayor, nos causa miedo casi todo y nos dejamos arrastras por una nube gris
que nos hace dudar si estaremos en el lugar adecuado, cuando acudimos a un
evento social donde habrá gente muy estirada y al último grito de la moda, miramos
esa vestimenta durante varios días hasta con cierta rabia de solo pensar que
alguna le pondrá pegas y peor si llegaran a comentar. Tenemos miedo a reír alegremente cuando lo
estamos pasando tan bien en muy buena compañía, a si la mujer debe dar el
primer paso, sin causar mala impresión
ante el varón que la conquista,
estamos llenos de miedo por todos lados. El corazón late muy a prisa, la
comida se nos ha pasado de cocción, el
café se ha pasado de hervor y habrá que tirarlo, jadeamos hasta
sentir la garganta seca, se nos olvida tomar agua
pero claro, si parecemos corredores
en una maratón a las puertas de la final, así no podemos seguir, las horas del
día se nos pasan agonizando, ni un minuto para el respiro, ni retoque de
maquillaje ni nada, con los pelos de
puntas a correr al colegio a buscar a los niños pero antes hay que dejar la
comida preparada, todo tranquilo por fin a descansar pero no, hay que acudir a
la reunión mensual de la Comunidad de Vecinos, caray es un no parar, ya, está bueno de tanto temor, de tanta
perfección, de tanto querer abrazar al mundo entero para darle calor, cuando en
primera persona estás muerta de frío.
Qué día es hoy, ha, pensaba que era lunes, pero si es domingo, que no me felicitas, por qué, acaso es tu santo, ¡¡no tonto, es nuestro Aniversario
de Bodas!!, a llorar y lamentar, como
cada año la indignación, ni un cariño te quiero, me haces muy feliz, hay ese temor a que un día nos dejen de lado
por otra (o) de pelo rubio, moreno,
trigueño, temor y más temor, y lo que
más me preocupa es que los corazones de
ahora vienen con desperfectos de fábrica (los de control de calidad tienen ya
demasiado trabajo revisando los juguetes para los niños) ahí te
fastidias, ya es hora de que todos
aprendamos a coger y dejar, a consumir exactamente las 24 horas que tiene el día,
ni más ni menos, somos como los coches si no hay combustible no se mueven, pues
evita que se te agote antes del anochecer, debes aprender a racionalizarlo. Eso de cogerle prestado el tiempo al
siguiente día bien sabes que no se puede, te agotas y caes en la cama rendida,
y si tienes pareja pobrecito como si durmiera en solitario, por eso muchos
se van al bar a tomar cañas y vinos, así no puedes seguir. A ver cuando dejas el trabajo en la oficina junto con las llamadas y mensajes del móvil, hay
que respetar el espacio sagrado del hogar, prestar
atención a hijos y esposos o parejas, al gato, al perro y demás, incluyendo las horas de
comida, ¿no te fastidie que alteren el momento? pues a mí sí que me
fastidia, y cuando lo hace la misma persona todavía es peor, te crispan los nervios y quisieras salir volando por la ventana o absorbida por los
cables de la lámpara que está colocada justo sobre tu cabeza, ¿le vas a dar el gusto? pues
claro que no, aunque comprendo que trabajaste con amor para preparar esa comida que se enfría y luego dejan en la mesa a veces sin llegar a probar, un día no se puede echar a
perder así porque sí, que se fastidie el
otro mientras, intenta seguir tan fresca como una lechuga, hay que arriesgar y si un día sale malo el otro podrá salir mucho mejor, es como los negocios, los inversionistas ya están acostumbrados a las subida y bajadas de las bolsa, unas van de cal y otras van de arena.
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