www.elcorreogallego.es
Opinión » Cartas al Director
Doris F. Sánchez Matos . Santiago
28.10.2008
Trabajé doce años en el Banco Central de la República Dominicana (1988-2000) y, cuando ingresé, después de múltiples pruebas, tuve que firmar un documento de confidencialidad, que, de no cumplir, supondría que me pusieran de patitas a la calle. No entendía el porqué de tanta desconfianza pero no tardé en darme cuenta: allí se movían un montón de documentos delicados y confidenciales, la economía de todo mi país pasaba por nuestras manos, un honor y una gran responsabilidad para mí.
Con el paso de los años, en nuestro entorno -sea familiar, laboral, etc.-, tenemos la necesidad de compartir confidencias con alguien, pero es muy pesado mantener un secreto, más aún si ha llegado a nosotros por casualidad, por ejemplo, oyendo una conversación entre terceros... Es cierto que por la boca muere el pez, somos víctimas de nuestros propios errores.
Lo bueno es reconocer cuando metemos la pata y, si se puede, sacarla a tiempo, porque el reconocimiento como chivato es muy desagradable y, si esto se extiende, peor aún. ¿Somos capaces de guardar un secreto?, pues va a ser que no, decimos "esto no se lo digas a nadie, ni a tu almohada"... pero no cumplimos, antes de la almohada están el marido, la vecina, la compañera de curso, en fin, toda la comunidad, y el móvil, y el teléfono fijo, e Internet, no tenemos arreglo. Las noticias vuelan y, cuanta mayor distancia, más distorsionadas llegan.
Lo bueno es que me enorgullece decir que trabajé todos esos años en una entidad tan importante y dejé muy buenas referencias, que al día de hoy pueden serme útiles. Prueba superada.
Enlace:
http://www.elcorreogallego.es/opinion/cartas-al-director/ecg/discrecion-fiabilidad/idEdicion-2008-10-28/idNoticia-358338/
Opinión » Cartas al Director
Doris F. Sánchez Matos . Santiago
28.10.2008
Trabajé doce años en el Banco Central de la República Dominicana (1988-2000) y, cuando ingresé, después de múltiples pruebas, tuve que firmar un documento de confidencialidad, que, de no cumplir, supondría que me pusieran de patitas a la calle. No entendía el porqué de tanta desconfianza pero no tardé en darme cuenta: allí se movían un montón de documentos delicados y confidenciales, la economía de todo mi país pasaba por nuestras manos, un honor y una gran responsabilidad para mí.
Con el paso de los años, en nuestro entorno -sea familiar, laboral, etc.-, tenemos la necesidad de compartir confidencias con alguien, pero es muy pesado mantener un secreto, más aún si ha llegado a nosotros por casualidad, por ejemplo, oyendo una conversación entre terceros... Es cierto que por la boca muere el pez, somos víctimas de nuestros propios errores.
Lo bueno es reconocer cuando metemos la pata y, si se puede, sacarla a tiempo, porque el reconocimiento como chivato es muy desagradable y, si esto se extiende, peor aún. ¿Somos capaces de guardar un secreto?, pues va a ser que no, decimos "esto no se lo digas a nadie, ni a tu almohada"... pero no cumplimos, antes de la almohada están el marido, la vecina, la compañera de curso, en fin, toda la comunidad, y el móvil, y el teléfono fijo, e Internet, no tenemos arreglo. Las noticias vuelan y, cuanta mayor distancia, más distorsionadas llegan.
Lo bueno es que me enorgullece decir que trabajé todos esos años en una entidad tan importante y dejé muy buenas referencias, que al día de hoy pueden serme útiles. Prueba superada.
Enlace:
http://www.elcorreogallego.es/opinion/cartas-al-director/ecg/discrecion-fiabilidad/idEdicion-2008-10-28/idNoticia-358338/
No hay comentarios:
Publicar un comentario