Autora : Doris Sánchez
Muchos la llaman la edad del pavo porque es una etapa de la vida en que nuestros jóvenes tienen sueños profundos que casi se convierten en realidad, cuando hacen experimentos de vida y empiezan a nadar por sus propios pies. Esos años tan gratos de los que todos tenemos recuerdos y que los más pequeños sueñan con alcanzar.
Cuando lo primordial es la voluntad, la alegría y la sonrisa franca, cuando empiezan a crecer las alas para el despegue individual que les enseñará una vida antes conocida, el contacto con los demás ya asegurada la base principal, la zapata que cada padre y educador coloca en sus vidas para que el camino se haga menos largo y hasta más esponjoso debajo de sus pies.
Muchas cosas por disfrutar, experiencias que jamás olvidarán y un enorme diario para ir anotando sus vivencias, sus alegrías, progresos, objetivos alcanzados y también las frustraciones que casi siempre serán superables.
Etapa de vida que hay que quemar porque cuando no se consigue habrá que regresar en el camino en busca de ella.
Juventud divino tesoro, cuanto te quise, cuanto te añoro, esos temas que retomo una y otra vez, hechos de mi vida pasada que no quiero olvidar porque son parte de mi alegría, parte de la vida de todo el que lo ha superado, aún teniendo que llorar porque a veces todo no es alegría, años benditos, años hermosos, reencuentro con los que estuvieron a nuestro lado y risas contagiosas al ver fotos, cartas, recuerdos, primeros abrazos y primeros besos.
Razón de vivir, de soñar, de recordar y hasta ganas de saber del destino de una u otra persona cuyo contacto perdimos, reencuentro en el metro, en algún aeropuerto o estación de autobús, la casualidad que vuelve a unir a personas en tiempos distintos, con más años, objetivos alcanzados, cambio de estatus personal o sentimental como la vida misma, bendita juventud!!!
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