A veces nos acostumbramos a un ritmo de vida en el que imperan especialmente nuestras propias necesidades, deseamos hablar y hablar sin apenas escuchar la voz de la persona con quienes aparentemente hablamos. Olvidamos que para que una comunicación sea fluida debe haber emisor y receptor, eso me lo dieron cuando estudié comunicación y aprobé para obtener el carné oficial de Comunicadora Radial, pero a la vista no lo he aplicado en mi vida correctamente.
Tengo un amigo al que adoro porque aparte de ser una de las personas más sanas y nobles que he conocido en mi vida, con unos principios personales y morales increíbles, le encanta escucharme y yo creo que me he pasado de la raya hasta que me dijo “Calla y escucha” en principio quedé anonadada pero luego reí complacida de que acababa de entender muy bien el mensaje. Una cosa es que te escuchen y la otra es que dejemos hablar a la otra persona. Es como la pregunta sin respuesta o un monólogo monótono y aburrido.
Muchos mayores no tienen con quién hablar y de ahí la importancia del trabajo que realizan los servicios sociales, las residencias, centros de día, cuidadores, familiares, o vecinos. Cabe mencionar dentro de este grupo a personas de otras edades que por distintas circunstancias se ven impedidos de hacer una vida normal y se encuentran en hospitales, encamados en casa, en sillas de ruedas en fin. Hay una necesidad imperiosa de comunicar o más bien, de que te escuchen.
Llevo muchos años de amistad con esa persona que conocí por casualidad aunque creo que Dios la puso en mi camino en el momento más oportuno, admiro la gran capacidad que tiene para identificarse con mis asuntos no solo personales, está ahí para lo que haga falta, es un manitas y entiende de todo, nada se le puede resistir y a todo busca una solución siempre con una sonrisa. Me alegra que me pidiera que callara, porque eso me he demostrado que siempre he creído que soy la que debe ser escuchada, de ahora en adelante tendré muy en cuenta este comportamiento algo egoísta y falta de todo criterio especialmente para alguien que ha estudiado comunicación, hay que escuchar.
Generalmente en los programas de debate en la tele no se entiende a nadie porque todos hablan a la vez, llevan invitados a los que apenas se les permite hablar porque se pisan unos a otros la palabra y me hacen cambiar de canal porque no entiendo nada, esos gritos y chillidos insoportables que una gran mayoría aguanta encantados. Gracias infinitas tendré que dar a ese amigo tan especial por no cambiar de canal por lo que me quedaría sin ese oído atento a mis palabras.
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