Autora : Doris Sánchez
Nunca me había subido a un avión y como pasa a todo el mundo me atacaron los nervios y hasta tomé una pastilla para el mareo aún sin estarlo, era mi primera vez y estaba muy contenta de vivir esa hermosa experiencia, me acompañaba una gran amiga, mi peluquera personal y vecina Juanita quien sirvió de motivación para este viaje, nos vimos allí en una excursión en la que únicamenta viajabamos chicas y eso nos daba mucha más libertad para todo.
Nuestro destino era Venezuela la tierra de Simón Bolivar, contratamos el viaje tan ilusionadas que a penas nos interesamos en conocer el recorrido eso lo dejábamos para los organizadores del tours. LLegadas al hotel dejamos todo el equipaje y abordamos un autobús que nos pasearía por la ciudad y nos llevaría a una zona en la que únicamente vivían personas ricas de cuna o así entendí, por la noche nos llevaron a una discoteca en la que bailamos hasta quedar exhaustas y listas para entrar en un profundo sueño luego de un día agotador.
Al siguiente día salimos a visitar lugares entre los que recuerdo una hermosa iglesia, varias tiendas una de ellas una fábrica de baqueros con muy buenos precios, todas llegamos al hotel cargadas con muchas bolsas y una gran alegría, comíamos y vuelta a´hacer más visitas y compras.
Todas las chicas hablaban de sus compras pero no me interesó mucho que me enseñaran nada, cuando llegábamos al hotel era corriendo a comer, a la ducha para volver a salir o a dormir, todo tan aprisa que no dejaba tiempo a disfrutar en conjunto, pocos días y mucho por conocer y disfrutar.
Muchas de mis acompañantes compraron prendas de oro, algunas incluso para revender yo no sabía que Venezuela tenía oro de muy buena calidad y a mejores precios que en mi tierra natal. Mientras mi maleta estaba llena de zapatos, ropas y jabones, mis amigas con poco equipaje llevaban sus prendas en el bolso, ya en el avión de regreso me vine a enterar de ello.
Me sucedió algo insólito que jamás olvidaré, quería llevar regalos a la familia y a mis compañeros de trabajo, recuerdo haber comprado unos hermosos jabones con unas formas ovaladas de daban una gran elegancia, llevé muchos para así quedar bien con la gente que esperaba algún detalle de mi emocionante primer viaje en avión, que solo sería el inicio de una larga lista porque con el tiempo hasta el miedo les he perdido, cuando me veo en las alturas me siento aún más cerca de Dios y puedo disfrutar la maravillosa obra que solo Dios puede hacer, un cielo estrellado, con nubes o tan azul con el mar de fondo que me invita a dar gracias por lo que veo y la vida que tengo con una familia maravillosa.
Repartí todos los regalos empezando por mis hijos y el resto de la familia, a los amigos y demás lo hice días más tardes pero los reclamos no se hicieron esperar, todos me reclamaron haber comprado regalos en la capital Dominicana lo que rápidamente desmentí, eso es imposible, no veas como traía la maleta hasta con sobre peso, me llegaron a enseñar jabones aún con la envoltura de un fino y elegante papel transparente que rezaba en la inscripción " Hecho en la República Dominicana", en mi vida jamás pasé tanta vergüenza, los años han pasado y sigo recordando mi primer viaje en avión pero nada puede evitar que al mismo tiempo sienta profunda tristeza por lo sucedido con los jabones, casualidad o cosas de las circunstancias, sea lo que sea pasé momentos de apuro, nadie me creía pero no me quedó más que declararme inocente y jurarme que nunca más traería regalos de ningún viaje sin antes revisar sus etiquetas.
Como le explicas a alguien lo que es evidente y cada día se hace más notorio en todo el mundo, si quieres hacer la prueba revisa lo que compras incluso en grandes almacenes, firmas como Zara, Estradibarius, Blanco, Berska, creo que hasta en El Corte Ingles, revisa bien porque con mucha frecuencia encontrarás que dice "hecho en China" o cualquier otro lugar, en realidad es el lugar donde tengan ubicadas sus fábricas, que por mano de obra más barata las cambian de países pero siguen siendo la misma firma de renombre
Pero lo que más me disgustó es que a mi regreso todos mis amigos me preguntaban qué te pareció la Isla Margarita?? a lo que respondí es que no la he conocido lo que consideraron imperdonable porque es un lugar que casi todos los viajes de turismo incluyen en su programa, me quedé con ganas de conocerla y hasta pregunté porqué no nos habían llevado de compras a ese lugar tan reconocido pero ya no se podía hacer nada, algún día volveré.
No puedo finalizar este artículo sin hablar de la amabilidad de los venezolanos, su trato respetuoso y la complicidad ante nuestros requerimientos, no recuerdo el nombre del hotel en que nos alojamos pero lo que sí recuerdo es a un chico camarero (muy guapo por cierto) que estaba siempre atento a mi llegada al comedor, me ponía mucha mermelada de sabores variados porque ya sabía que me encantaba, las demás chicas reían y me decían está coladito por tí pero no me lo creí, lo consideré cumplimiento en su trabajo con un trato exquisito y nada más, no me pude despedir de él porque el día de nuestra partida tenía el día libre.
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