Desvaríos en rosa y negro
Lunes, 15 de agosto de 2011
Ana Carnoto
Hay situaciones en la vida que requieren de nuestra total sinceridad, ya que de no hacerlo así corremos el riesgo de entrar en una espiral de medias verdades y medias mentiras que pueden dañarnos a nosotros y a nuestro prójimo.
Nos asustan ciertas verdades, ciertas sinceridades que pensamos que pueden herir a alguien o separarnos definitivamente de una persona. Creemos que podremos mantener las formas indefinidamente, pero llega un día en que por no haber dicho lo que realmente pensamos a tiempo, lo perdemos todo de golpe.
Hay personas con las que nos es más fácil abrirnos, con las que somos como un libro abierto, pero hay otras que consiguen que nos pongamos una careta de piedra porque no somos capaces de llegar a ellas o porque nos dan miedo o porque queremos impresionarlas. Todo mal. Nadie debe darnos miedo y nunca debemos fingir lo que no somos para que alguien nos aprecie.
En esas situaciones nos bloqueamos, nos rompemos los cuernos pensando cómo llegar a ellas, hasta que llega un día en que nos agotamos y decidimos cortar la relación, es algo incómodo que no nos proporciona placer, que nos inquieta y nos provoca ansiedad.
No sé por qué ocurre esto sólo con ciertas personas, supongo que es la inseguridad que nos transmiten o su tono de superioridad o su indiferencia hacia nosotros.
Yo lo tengo claro, cuando alguien no me convence al cien por cien, carretera y manta, es decir, hola y adiós. No tenemos que sufrir ni comernos el tarro cuando existen millones de personas con las que podemos conectar con tranquilidad y trasparencia.
Nos asustan ciertas verdades, ciertas sinceridades que pensamos que pueden herir a alguien o separarnos definitivamente de una persona. Creemos que podremos mantener las formas indefinidamente, pero llega un día en que por no haber dicho lo que realmente pensamos a tiempo, lo perdemos todo de golpe.
Hay personas con las que nos es más fácil abrirnos, con las que somos como un libro abierto, pero hay otras que consiguen que nos pongamos una careta de piedra porque no somos capaces de llegar a ellas o porque nos dan miedo o porque queremos impresionarlas. Todo mal. Nadie debe darnos miedo y nunca debemos fingir lo que no somos para que alguien nos aprecie.
En esas situaciones nos bloqueamos, nos rompemos los cuernos pensando cómo llegar a ellas, hasta que llega un día en que nos agotamos y decidimos cortar la relación, es algo incómodo que no nos proporciona placer, que nos inquieta y nos provoca ansiedad.
No sé por qué ocurre esto sólo con ciertas personas, supongo que es la inseguridad que nos transmiten o su tono de superioridad o su indiferencia hacia nosotros.
Yo lo tengo claro, cuando alguien no me convence al cien por cien, carretera y manta, es decir, hola y adiós. No tenemos que sufrir ni comernos el tarro cuando existen millones de personas con las que podemos conectar con tranquilidad y trasparencia.
Me gusta!!!
ResponderEliminarAparte, que para mì este mensaje llega en un momento clave!!
Lo cierto es, que si esas personas a las que "temes" ó sientes que les eres indiferentes, valen la pena, seguramente ¡valen la pena el riesgo de hablarles con sinceridad!!!
Una compañera de mi escuela (esto fue hace años), lloraba cada vez que yo sacaba la misma o mayor calificaciòn que ella... me molestaba mucho y me caìa MUY MAL!!!, pero un dìa fui directa y ella tambièn fue sincera!!! SE CONVIRTIÒ EN UNA DE MIS MEJORES AMIGAS!!!... ¡que cambios! ¿nooo??